Un amigo, nacido y criado en Cayo Hueso, en La Habana, me ha pedido fotos de la gente y las calles de ese barrio. Hace unos años, mi amigo “cruzó el charco” y, tras dar vueltas y vueltas por Miami, por esas casualidades de la vida, acabó instalándose en una pequeña isla con el mismo nombre que su barrio natal, pero en el Estrecho. de Florida, en Key West, allá.
“Asere, aquí todo el mundo lo llama Key West, en inglés, pero yo me aferro a decirlo en español: ‘Caio Hueso’”, espeta mi amigo, con un marcado acento habanero para que no quede duda de a qué se refiere. . “Es una forma de estar cerca del barrio donde nací”, concluye, desde la distancia, en un audio de WhatsApp.
Hace unos días rebusqué entre mis fotografías para llevar a cabo la tarea. Para mi sorpresa encontré mucho materials. En muchas ocasiones he caminado, cámara en mano, por las calles del habanero Cayo Hueso.
La historia de este barrio se remonta a antes de que tuviera ese nombre. Jacques de Sores desembarcó el 10 de julio de 1555, por la antigua caleta Juan Guillén, exactamente entre lo que hoy es el Torreón y el Parque Maceo. El corsario francés saqueó y luego quemó el Municipio de San Cristóbal de La Habana. Cuenta la historia que los primeros en enfrentarse al villano fueron los vecinos de la zona. En otras palabras, la valentía de los habitantes de Cayo Hueso es un rasgo que podría considerarse hereditario.
Según datos históricos, en la primera mitad del siglo XIX la zona ya estaba urbanizada. Un mapa de La Habana dentro y fuera de las murallas, fechado en 1853, así lo confirma. En ese momento, algunas de las familias más ricas de La Habana tenían allí lujosas haciendas. Tal es el caso de los Aramburus y los Oquendos. De ahí el nombre de un par de calles que actualmente recorren Cayo Hueso.
A fines de ese siglo, comenzaron a residir allí trabajadores cubanos del tabaco que regresaban a Cuba después de vivir en Tampa y Cayo Hueso, en Estados Unidos. Muchos de esos trabajadores habían conocido a José Martí y asistieron a sus discursos en la época en que reunió a cubanos y cubanas en el exilio.
De hecho, en esa época se abrieron en la zona varias fábricas de cigarros. Esto significó que, en la period republicana cubana, Cayo Hueso fue un punto central del movimiento obrero cubano.
De esta forma y para recordar su antiguo barrio en la isla de Florida, los nuevos vecinos pidieron bautizar a esta pedacito de La Habana como Cayo Hueso. El nombre se oficializó el 26 de julio de 1912, tras un acuerdo del Ayuntamiento de La Habana.
Para saber más sobre el Cayo Hueso de La Habana, le escribí a Joanna Vidal, una gran amiga y colega en el periodismo, quien, según recuerdo, siempre contaba orgullosa algunas historias sobre Centro Habana.
Joa es del barrio San Leopoldo, pero “si me preguntan digo que soy de Cayo Hueso, por mi abuela que vivía allí. Fue ella quien me educó. Por eso sé más de Cayo Hueso que de mi barrio”, me escribe en un chat, desde España.
“Te voy a contar algunas cosas que yo sé y otras que me contó mi abuela. Para empezar, los cayohuesos no son los típicos descendientes de esclavos, sino negros y mestizos de clase alta, en su mayoría descendientes de artesanos y otros industriales. Además de los trabajadores, el otro punto de interés eran los estudiantes, ya que había muchos albergues, conventillos y edificios que alquilaban por su cercanía a la Universidad de La Habana. De esta manera, tienes una mezcla cultural y étnica muy interesante: por un lado los trabajadores, en su mayoría tabaqueros, que eran negros y mestizos en un alto porcentaje; por el otro, estudiantes universitarios, casi todos varones blancos de las clases media y alta.
“Este barrio es la mezcla perfecta de lo que somos los cubanos… Por ese mestizaje y porque gente de diferentes partes de Cuba vino a instalarse en el barrio, empezó a ser un foco cultural, por eso muchos músicos o artistas famosos de del siglo XX nacieron o vivieron en Cayo Hueso: Chano Pozo, Los Zafiros, Juan Formell, Ángel Díaz (expositor del filin, movimiento surgido en el Callejón de Hamel), Omara Portuondo, Elena Burke y el cineasta Julio García Espinosa , entre otros. También ha sido un barrio muy estigmatizado.
“En su momento, entiendo que el prestigio del barrio no period bueno, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. La mala reputación se asoció con la violencia. Se decía que quienes vivían allí eran ‘gente problemática’, pero detrás de eso había prejuicios raciales contra los negros y, sobre todo, contra religiones como la abakuá. Por eso estos movimientos culturales y artistas reconocidos sirvieron para legitimar el barrio, para darle reconocimiento social”.
¿Cuál sería la particularidad ineludible de Cayo Hueso?
“Creo que el enigma del barrio está en su sentido de pertenencia. Ser un barrio fundado por gente que venía de otros lugares en sus orígenes y estar nucleado en sociedades obreras y culturales influyó en el sentido de pertenencia. Por eso lo que hacen los locales del barrio es consumir primero o apoyarse. Es como una especie de hermandad entre su gente: apoyan lo que les pertenece porque eso también le da reconocimiento al barrio, le da prestigio.
“Pocos barrios en Cuba tienen ese sentido de pertenencia. De hecho, los cubanos nos jactamos de nuestras provincias, en el mejor de los casos de nuestros municipios, pero los cayohuesos priorizan todo su barrio, ni siquiera el municipio o la provincia a la que pertenecen. Hay un orgullo de ser cayohueso que se inculca desde la propia familia.
“Por ejemplo, mi abuela, Juana Jústiz, nacida en Cayo Hueso, en la calle Soledad, en 1923, cuando creció iba a comprar a los mercados agrícolas de allá, hacía de todo en ese barrio, aunque vivía en una barrio cercano. Por eso El Dany, el widespread reguetonero fallecido a los 31 años en 2020, es un ídolo allí y no un ídolo más del reguetón. Es como un orgullo, porque los nuestros, que son humildes, van progresando y nosotros, la gente de su barrio, tenemos que apoyarlos.
“Ahora en una esquina de la calle San Francisco, donde El Dany se reunía con sus viejos amigos y jugaba basquetbol, aún cuando period internacionalmente famoso, hay un altar en su memoria hecho espontáneamente por la gente del barrio”.
Joa mencionó a Chano Pozo. Y si hablamos de Chano y Cayo Hueso, suena una caja de cajón (esa manifestación sociocultural de raíces africanas, uno de los pilares de la cubanía).
Aunque Luciano (Chano) Pozo González nació en un conventillo del Vedado, creció en las calles del barrio Centro Habana, donde festejaba y luchaba muy duro para salir de la pobreza. Aquel negro cubano que bailaba en Cayo Hueso con los bailadores callejeros y se hizo abakuá, saltó del conventillo África a tocar su batería en Nueva York y dejó su huella en la historia del jazz. Charlie Parker y Dizzy Gillespie se empaparon de su carisma y talento. Con Gillespie y Walter “Gil” Fuller, Chano compuso “Manteca” en 1947, una de las joyas del jazz afrocubano.
Sobre la etapa de Chano Pozo en Cayo Hueso y un salto al presente, escritor y melómano empedernido Leonardo Padura escribió “Chano Pozo. La cumbre y el abismo.” En ese artículo, Padura relata:
“En realidad, Cayo Hueso ya no es Cayo Hueso. De la antigua y reconocida ferocidad de este barrio habanero, sólo quedan los ecos de su depressing y violenta fama; de sus más renombrados y lúgubres conventillos, lo que sobrevive ahora, si algo, es una vieja fachada incapaz de captar lo que hubo en sus entrañas. En la actualidad, uno puede desandar sus calles más famosas a cualquier hora del día ―o de la noche― sin temor a que un cuchillo sigiloso le atraviese un pulmón o que lo enmarquen en una esquina y hasta le quiten los calzoncillos.
“Ahora en Cayo Hueso hay edificios grandes, limpios, hasta lujosos, y el Parque Trillo es un lugar para que los niños corran y se diviertan.
“Durante muchos años este barrio, con ventaja sobre Pueblo Nuevo y Belén, se ha disputado la paternidad de Chano Pozo, ese percusionista callejero que en tiempo récord y con sus tambores cubanos logró revolucionar la revolución del bebop. Siguiendo el rastro de Chano Pozo vuelvo sobre los pasos y deambulo por Cayo Hueso, hablo en las esquinas, observo los lugares que frecuentaba, respiro el aire que él respiraba y de pronto siento que el barrio es el mismo de antes y logro escucho la caja de rumba trepidante que se ha montado en el conventillo de Rancho Grande, escucho los gritos de la riña fratricida que se desarrolla en el Parque Trillo y observo con recelo de extranjero el paso tormentoso de dos rudos que advierten en voz alta que ni siquiera creen en la madre que los parió y que matarán a cualquiera…”.
Cayo Hueso es mucho más que uno de los consejos populares del municipio de Centro Habana. Mucho más que su conocido Parque Trillo o el colorido Callejón de Hamel, es uno de los lugares más visitados por los turistas a su paso por La Habana. Cayo Hueso, esa retícula delimitada por parte del Malecón, la calle Zanja, la calzada Belascoaín y la calle Infanta, es una de las caras más genuinas y vivas de la cubanía y la cultura. Ese territorio es un ejemplo vivo del cubanismo metafórico acuñado por Fernando Ortiz como “nuestro ajiaco nacional” para explicar la diversidad y heterogeneidad de nuestra formación sociocultural. Cayo Hueso es una Cuba sin azúcar, donde su gente persiste y lucha por su cotidianidad.
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Kaloian Santos Cabrera
Con una cámara Zenit soviética, algo de dinero y un bolso con más ilusiones que ropa o comida, empecé a viajar con mi mochila por Cuba a los 18 años. La fotografía y el periodismo aparecieron entonces como una necesidad y se convertirían para siempre en una forma de militancia.