LA HABANA, 20 de noviembre — En las exuberantes y fértiles montañas de Cuba, el agricultor Jesús Chaviano sueña con agregar sus granos de arábica a una lista de cafés especiales que el país espera levante una industria en declive.
Es tiempo de cosecha en la plantación de ocho hectáreas (20 acres) de Chaviano en la cordillera central de Guamuaya, y sus 42.000 plantas de café estallan con frutos rojizos maduros a la sombra de aguacates y plátanos.
A 800 metros de altitud, las condiciones son ideales para las ocho variedades de granos de café arábica de alta calidad que plantó con sus “propias manos”.
Si bien Cuba ha estado cultivando café durante casi 300 años, nunca ha producido los cafés especiales amados en todo el mundo por sus perfiles de sabor únicos que provienen de un cultivo cuidadoso en un terroir específico.
En las últimas dos décadas, el atractivo del café de alta gama se ha disparado, al igual que su precio en el mercado internacional.
“Creo que ese debe ser el camino que tomemos: buscar cafés especiales. No grandes cantidades… pequeños lotes que podamos vender bien”, dijo Chaviano, de 46 años.
A medida que la isla capta el atractivo del café de alta gama, los primeros cinco cafés especiales se darán a conocer en diciembre en la primera feria de productores Cuba-Café, que se lleva a cabo en la ciudad oriental de Santiago de Cuba.
El nombre y los orígenes de los cafés elegidos se mantienen en secreto.
“Estamos dando los primeros pasos concretos para agregar valor a este café”, dijo Ramón Ramos, director científico del Instituto Nacional de Investigaciones Agroforestales de Cuba. Agregó que “con la misma producción, el mismo rendimiento, se venderá a un precio mucho más alto”.
‘Es el futuro’
Según Ramos, el precio de 1.000 kilogramos de café comercial varía entre US$4.000 y US$5.000 (RM18.215 y RM22.769). Mientras tanto, un kilogramo de café especial puede venderse por “hasta US$10.000”.
Según la Asociación de Cafés Especiales (SCA), un café debe obtener una puntuación superior a 80 puntos en una escala de 100 puntos para alcanzar el estándar requerido, luego de ser evaluado por “un catador de café certificado”.
La puntuación remaining influirá en el precio al que se venda.
“Es el futuro”, cube Chaviano, quien construyó su casa en medio de su plantación, al estilo de los colonos franceses que huyeron de Haití en el siglo XVIII y trajeron la cultura del cultivo del café a Cuba.
En 1960, Cuba producía más de 60 000 toneladas de café. El año pasado, esta cifra se situó en tan solo 11.500 toneladas, menos de la mitad de lo que se eat localmente.
Según cifras oficiales, solo se exportaron 1.365 toneladas.
Los expertos dicen que el cambio climático, que scale back drásticamente las áreas de cultivo de café en todo el mundo, es en parte culpable de la caída en la producción.
En Cuba, la emigración de trabajadores de plantaciones también ha impactado a la industria.
“¿Por qué el país alguna vez produjo mucho café, pero ahora no puede producir café?” preguntó Chaviano.
“Estoy enfocado en hacerlo bien y demostrar que es posible producir café y café de calidad”, pero “hay que ponerle el corazón”, agregó.
En 2021, su rendimiento fue de una tonelada de café por hectárea, cuatro veces el promedio nacional.
‘Podemos hacerlo’
A unos 25 kilómetros de su finca, investigadores de la Estación de Investigación Agroforestal Jibacoa, se han encargado de capacitar y brindar tecnología a los productores para mejorar sus rendimientos.
El director Ciro Sánchez, dijo que la meta es producir 30,000 toneladas de café para el 2030.
Para lograrlo, el objetivo es recuperar algunas plantaciones en zonas afectadas por el cambio climático, mediante la plantación de variedades de café más resistentes. Sánchez también quiere priorizar el cultivo de “arábica de alta calidad” en las zonas montañosas.
Chaviano es optimista de que algún día su café será una de las marcas especiales festejadas que se exportan desde Cuba.
“Podemos hacerlo. ¡Solo tenemos que trabajar!” él dijo. — Estudio ETX