El 4 de agosto de 2022, el Estado cubano comenzó a comprar divisas a nacionales y extranjeros. El 23 del mismo mes, la venta oficial de dolares Se inició en efectivo a la población, aunque no en moneda libremente convertible (FCC). Estas son las decisiones más recientes del aparentemente imparable proceso de dolarización parcial del país, cuyo costo social ya es muy alto.
El proceso de unificación monetaria en Cuba eliminó la moneda paralela (CUC o peso cubano convertible) para volver a una economía en la que la moneda nacional (CUP o peso cubano) pasaría a ser la única para dar acceso a bienes y servicios; pero, al mismo tiempo, se dolarizó una parte de la economía.
Aunque el gobierno cubano argumentó que fue una solución transitoria a la escasez de divisas para la compra y venta de insumos, bienes y servicios, su extensión en el tiempo puede calificarse de indefinida.
El propio expresidente Raúl Castro en su Central Reporte hacia VIII Congreso del Partido Comunista (PCC) afirmó que “las ventas en FCC son necesarias y tardarán lo que sea necesario para recuperar la economía y permitir la convertibilidad de la moneda cubana”.
Tanto el precise proceso de dolarización como el que le precedió en la década de 1990, durante la llamada Período especialtenía el mismo fundamento: la escasez de divisas para importar insumos de primera necesidad —como combustibles y alimentos— y honrar las deudas acumuladas del país.
De igual forma, ambos procesos comparten como principal expresión la apertura de tiendas para el cobro de divisas. En la purple de establecimientos dedicados a este fin, además de electrodomésticos y otros artículos de “alto estándar”, se han vendido artículos de primera necesidad, la mayoría de los cuales desaparecieron del abastecimiento en moneda nacional.
Una diferencia entre el proceso de la década de 1990 y el precise es que el pago en estas tiendas hoy solo se realiza a través de una tarjeta bancaria, tanto de bancos extranjeros como cubanos, respaldada en monedas convertibles. Tarjetas que solo pueden recibir transferencias de dinero del exterior o depósitos en moneda extranjera en efectivo cuando no sea en USD, decisión que, según reiteró el gobierno, obedece a las restricciones y regulaciones del embargo/bloqueo estadounidense.
Sin embargo, el gran dilema en este escenario sigue siendo el mismo de entonces: el acceso de los cubanos a las divisas. Los ingresos por salarios y pensiones en la isla son todos en moneda nacional. Y el Estado sigue sin garantizar la venta de moneda digital a la población, ni siquiera a precios superiores a la tasa formal de 1 FCC = 24 CUP.
El resultado es que sólo aquellos que pueden recibir remesas del extranjero, junto con quienes pueden comprar esta moneda en la isla, a precios vertiginosos, a través del pujante mercado casual, han tenido acceso a comprar en las tiendas de FCC. Con ello, el proceso de dolarización parcial ha abierto la puerta a nuevas desigualdades en la sociedad cubana, que han acentuado las brechas acumuladas desde los años de disaster del Período Especial.
Los que no reciben remesas: los excluidos
La mayoría de los cubanos no recibe remesas. Las cifras sobre los núcleos familiares que no cuentan con algún tipo de ayuda económica del exterior no son públicas en la Isla, pero una amplia muestra de nuestra sociedad se incluye en esta categoría.
Los jubilados y pensionados se llevan la peor parte. De acuerdo a para el sociólogo e investigador Julio César Guanche, “al menos 221 425 personas mayores viven solas en Cuba, y en su mayoría son mujeres. De estos adultos mayores, el 82,3% tiene ingresos que son consecuencia del trabajo o de la jubilación, pero no tienen otra fuente de ingresos”.
La realidad es que gran parte de la población cubana nunca ha accedido a un establecimiento de la purple de tiendas de divisas del país. Y “lo peor es que esa exclusión está determinada, ya no por los bajos niveles de ingresos, sino por su desconexión con las fuentes externas de remesas”, en las palabras del profesor y economista Oscar Fernández.
En efecto, el proceso de unificación monetaria trajo consigo un aumento de los salarios y pensiones: la pensión mínima en el país es de 1.528 pesos mientras que el salario base es de 2.100 CUP. Sin embargo, al mismo tiempo, mantuvo a las divisas como la moneda de mayor poder adquisitivo y generó un aumento de precios y una inflación galopante que ha influido drásticamente en la economía de todos los hogares de la isla.
Para quienes no reciben divisas, las opciones en moneda nacional son mínimas.
Cuentan con la canasta acquainted estandarizada. Sin embargo, esto no cubre las necesidades de alimentos y aseo para todo el mes dentro del núcleo acquainted, en un contexto en el que la oferta de productos de libre venta en CUP como arroz, azúcar, sal, huevos, jabón, entre otros, que constituía el complemento de la asignación regulada, desapareció.
El único paliativo que resta es la venta de algunos productos de aseo y alimentación que se comercializan en pesos cubanos a través de las libretas de racionamiento en los puntos de venta habilitados para tal fin. Lo único es que esa asignación por núcleo es totalmente aleatoria y todos los meses llegan a los cubanos los artículos disponibles, no los más necesarios.
Todas las demás alternativas para resolver necesidades básicas no cubiertas se reducen a compras en el mercado casual. En este mercado se pueden encontrar todos los productos de primera necesidad, tanto importados como nacionales; o se puede comprar el FCC, siempre a un precio establecido por la ley de la oferta y la demanda.
Y ante la necesidad constante y las pocas opciones, en el mercado casual los precios en moneda nacional pueden superar hasta 10 veces el valor unique de los artículos, mientras que en estos días la moneda digital ha alcanzado valores de 140 CUP x 1 FCC.
Los cálculos más elementales muestran que en la práctica es imposible vivir solo de una pensión o salario estatal. Entonces, en pocas palabras, los cubanos que no tienen formas de acceder a algún tipo de moneda para sustentarse se encuentran en clara desventaja en el contexto socioeconómico precise.
El dilema de la dependencia de las remesas
La entrada del dólar en la economía cubana ha vuelto a las familias dependientes de las remesas. Por eso, los más afortunados en Cuba hoy son aquellos que pueden contar con un ser querido en el extranjero en condiciones de apoyarlos económicamente.
Como reconoció Raúl Castro en el Informe al VIII Congreso, “las ventas en moneda libremente convertible se ampliaron a otros productos, incluidos los alimentos, con el objetivo de incentivar las remesas que los ciudadanos cubanos en el exterior realizan a sus familiares en el territorio nacional”.
Es cierto que los cubanos no son los únicos ciudadanos del mundo que reciben ayuda enviada desde otros países. También es cierto que el ingreso por este concepto mejora la vida de todos aquellos que lo pueden recibir en cualquier lugar y que para las economías nacionales el ingreso por este concepto es una vía importante para atraer divisas ― Presidente Andrés Manuel López Obrador Reconocido este año que son la principal fuente de ingresos de México.
En el caso de Cuba, un país pequeño y de pocos recursos, las remesas son un eslabón elementary en la economía. Sin embargo, como señala el profesor e investigador cubano Francisco López Segrera, “una economía basada principalmente en los ingresos del turismo y las remesas es muy weak”.1
Para las familias y los individuos que las componen, la dependencia tiene su propia lógica. Y es la que demuestra que más allá de los ingresos generados por el trabajo, recibir divisas se vuelve elementary para el sostenimiento de la vida y esto sin duda constituye un desincentivo. Un fenómeno que puede entenderse en la medida en que el poder adquisitivo actual se concentra en divisas y se profundiza la pérdida de valor de los ingresos en moneda nacional sin que se vislumbre si será reversible.
En resumen, Cuba sí necesita divisas para sobrevivir como país. Lo que no está claro es si el costo social que pagará la nación por esta dolarización parcial de la economía —como ha pagado por otras medidas del proceso de reforma iniciado en 2011— valdrá la pena, porque contribuirá al desarrollo de la economía. productividad.
O si, por el contrario, el retorno del dólar sólo impondrá un precio social demasiado alto a pagar por la subsistencia —que no por el progreso—, para terminar siendo una victoria pírrica frente a nuestras carencias o, en términos más claros, una mera vencer.
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Nota:
1 Francisco López Segrera: “La Revolución Cubana: raíces históricas, logros, contradicciones y desafíos” en La Revolución Cubana algunas miradas criticas y descolonizadas. La Habana. Editores de Ciencias Sociales, 2018