El código fue aprobado después de una fuerte campaña por parte del gobierno cubano y el apoyo de la defensora más abierta de los derechos de los homosexuales en la isla, Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro.
Convirtió a Cuba en el noveno país de América Latina, después de Chile, Costa Rica, Ecuador y Colombia, en legalizar el matrimonio gay en los últimos años.
Las elecciones cubanas, en las que no se permite ningún otro partido que no sea el comunista, producen habitualmente márgenes de victoria de más del 90%, al igual que un referéndum sobre una importante reforma constitucional en 2019.
A pesar de eso, una tercera parte del país, el 33,15%, votó por el “no”. El texto enfrentó una gran campaña en su contra por parte de grupos evangélicos que rechazan el matrimonio gay.
En tanto, el 66,85 % de los cubanos que salieron votaron por el “sí”. Casi el 6% dejó papeletas en blanco o anuladas.
El código también fue rechazado por algunos grupos opositores al gobierno, que pidieron el “no” como forma de rechazar a las autoridades cubanas en medio del creciente descontento con el gobierno de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
También se opusieron algunos miembros de la comunidad LGBTQ, que dijeron que se abstendrían de votar sobre algo que consideraban un derecho humano en primer lugar.
“Muchas personas en la comunidad estaban en contra de votar “sí” porque no creen que necesitan un papel para decirles que tienen esto en papel (para ser reconocidos como pareja). Creo que sí necesitamos el derecho, que nos proteja”, dijo Liusba.
Aunque dijo que cree que la isla todavía está “a una década de distancia” de convertirse en una sociedad “mejor y más inclusiva”.
El antiguo Código de Familia, que information de 1975, establecía que el matrimonio period entre un hombre y una mujer, no entre dos personas, lo que excluía a los cónyuges vitalicios de las cosas que heredaban los bienes del otro cuando uno moría.
Juntos viven con sus dos hijas, Laura, de 11 años, y Ainhoa, de tres. Esta última nació por inseminación en casa porque en ese momento no tenían acceso a tratamientos de fertilidad asistida por no tener pareja masculina.

La nueva ley va más allá del matrimonio igualitario, que los activistas intentaron incluir en la Constitución en 2019 sin éxito, o la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten o usen sustitutos.
La ley regula por primera vez los derechos de visita de los abuelos sobre los nietos y la comunicación con los padrastros en situaciones de divorcio, e incluso la custodia de los menores en estos últimos cuando sea necesaria para el bienestar del niño.
También permite regímenes de separación de bienes para las parejas casadas, autoriza a los padres a elegir el orden de los apellidos de sus hijos, amplía las protecciones a los discapacitados y ancianos, entre otros derechos.
Las mujeres consideraban el matrimonio como una forma de proteger también a sus hijos en caso de que les sucediera algo.
Ainhoa, también vestida con su mejor vestido para la ocasión, no acababa de entender la ceremonia de boda de su madre, pero paseaba presentándola a Laura. “Ella es mi hermana”, repitió.
“Estoy feliz por lo que significa la boda”, agregó Laura muy circunspecta a The Related Press, secándose las lágrimas junto a sus madres.
Pero surgió de una fuerte oposición de las iglesias evangélicas, que alegaron que la ley estaba en contra de la “familia tradicional” establecida por Dios, que afirman es la unión de un hombre y una mujer destinada a procrear. En algunas áreas rurales, el código pareció recibir menos apoyo.
Mientras que la capital del país, La Habana, obtuvo el 70% de aprobación, y Villa Clara —casa de Liusba y Lisset— recibió el 66%, en el sureste de Holguín obtuvo el 53%.
El rechazo “indica que tenemos que seguir trabajando en esas áreas y profundizar y encaminar el trabajo educativo”, dijo Francisco “Paquito” Rodríguez, bloguero y uno de los primeros activistas cubanos por los derechos de la comunidad LGBTQ.
Aunque todavía llamó al nuevo código una victoria.