Un amigo me reclamó recientemente que presentaba muchas preguntas, sin darles respuestas. Haciendo seminarios he aprendido que los entendimientos no se abren adelantando respuestas —contesté— sino encontrando buenas preguntas. No digo como esos tan predecibles de algunos corresponsales, que muchas veces terminan en un sí o un no, verdadero o falso, blanco o negro. Por el contrario, las preguntas clave indagan en los matices, el grado de sí/no de esa realidad en movimiento, cuyo contenido nunca es como lo pintan. Si lo actual en política fuera un montón de opiniones, sería lo que todos dicen, en lugar de como lo definió José Martí: “lo que no se ve”.
Mi amigo volvió a la carga: lo actual sí está en esa pila seen, y la prueba es que la gente se mueve políticamente de acuerdo con esas opiniones. Respondí que muchas veces son guiados por otros, en lugar de su propio juicio, más bien por contagio.
“Pero las tuyas o las ajenas, al fin y al cabo son opiniones”, me dijo, y sin pausa: “en política la gente se guía más por las opiniones que por lo que dicen los expertos. Los influencers tienen más seguidores que la ciencia política”. Yo detrás: “No lo dudo, si hablamos de opiniones. Que, por cierto, pareces creerlos sólidos e inmutables; pero incluso si lo fueran, ¿estás seguro de que guían la conducta de los formadores de opinión? “Al menos, son sus concepts. Los que tienen, porque es su derecho”, respondió mi amigo, a punto de iniciar un argumento a favor de la libertad de pensamiento, and many others. “¿Quieres decir que la gente hace lo que cube que piensa? ¿Son sus supuestas concepts lo mismo que sus comportamientos? “¿Y eso de qué se trata?” ya casi impaciente. “Esa política no es ideología, compadre. Esa actitud no es equivalente a publicaciones y me gusta en Fb. Que la cultura política no son solo creencias, sino acciones. Lo que uno hace y lo que uno no hace. Si no fuera así, no habría consenso político, ni los factores reales que movilizan a la gente, y que no se reducen a opinar”.
Luego me dijo que yo parecía despreciar las opiniones de los demás. “No hay opiniones mejores que otras, todas son válidas, porque lo que para unos es una tontería, otros lo creen firmemente, y más bien juzgan que lo que los primeros piensan es una tontería.” Ahí sellamos el chat, porque teníamos cosas que hacer.
En mi Artículo anterior Comentaba que la izquierda del pasado en revolución, más heterogénea de lo que se suele suponer, se alineaba en torno al poder. Las tendencias que disentían de ese poder no consistían en meras opiniones, sino en acciones a favor o en contra. Pero ese poder tampoco period uniforme, ni invariable. La misma dirección que acordó crear una revista teórica para aportar al marxismo cubano, enriquecerlo conceptualmente y promover el ideario de un socialismo diferente, decidió cerrarla, una vez que las circunstancias políticas lo impusieron. Porque el campo de la política tiene sus propios problemas, según su lógica, y no simplemente según “la voluntad de los decisores” o “los caprichos de la burocracia”.
Lo que quiero decir es que los políticos no son filósofos, ni profesores de derecho, ni militares, y si lo son, se les impone su papel como políticos. En otras palabras, si no dejan de pensar dentro de la caja de sus profesiones, pueden confundir la Cuba posible en sus cabezas con la possible en la sociedad y el mundo actual en que viven. Si siguen pensando dentro de esa caja, en lugar de interpretar la realidad de la sociedad y del mundo del que forman parte, si creen que la “próxima Cuba” es la de sus programas y proyectos, pueden estar pedaleando secos, como Maquiavelo diría si fuera un estudiante de ciencias políticas en una universidad cubana, y si se reabriera esa carrera.
**Para continuar en el presente pasado, claro que la voluntad movía montañas, y lo que parecía imposible se hacía actual al doblar la esquina, and many others. Pero porque calaba entre la gente, como semillas germinadas en las grietas de un muro, y porque las estrellas internacionales se alinearon y el mar se abrió, por así decirlo. Para que se encontrara un camino, que no fue el que pensaron los que dirigían, ni los que los seguían. Y así, aquellos que tenían no sólo ideologías y opiniones muy diferentes, sino también contradictorias, obligados por la lógica de la coyuntura política, acabaron juntándose en un mismo partido unido.
Quienes guiaron ese proceso, además de audacia y voluntad, tuvieron la lucidez de navegar aguas oscuras, y salir adelante, tejiendo alianzas, negociando, reorientando la ruta una y otra vez, con luz larga, y “sentido del momento histórico”. ” Los errores cometidos no fueron tantos, entre las muchas oportunidades de meter la pata, si se compara, por ejemplo, con los costos humanos de otras revoluciones. Aunque los pagados para sobrevivir entran inevitablemente en la contabilidad de la política, no pueden ser juzgados al margen de esa lógica, como si fueran monstruosidades en el sueño de la razón filosófica o jurídica, o errores sintácticos en cierta gramática de la historia o de la econometría.
Ya sabemos todo eso más o menos, me dirá un lector avispado. Bueno, este es el caso de nuestro tema, porque esa genética heterogénea y contradictoria de la izquierda anterior, la disyuntiva de lo posible y lo realizable, and many others., atraviesan de un lado a otro el espectro de la izquierda cubana precise.
Comencemos con la cuestión de la perspectiva.
La paleta intelectual de la izquierda se concentraba antes en áreas como la filosofía marxista, la economía del socialismo, la política cultural y el papel del arte, la ideología, la historia de Cuba, y temas como la liberación nacional y el tercermundismo, el anticolonialismo , las luchas de las minorías. La de hoy tiene tangencias con esta agenda, y la supera en la multiplicidad de sus enfoques, aunque no tanto como antes en contribuir a superar las amarras que amarraban a los grupos sociales subalternos, y en incidir en sus formas de pensar y en sus comportamientos.
Leyendo y hablando hoy con veinte jóvenes intelectuales destacados, se puede ver que nada tienen que envidiar a la izquierda intelectual de los años 60 en su capacidad de interpretar un contexto social, ideológico y político particularmente más complejo que el de entonces. Además de filósofos y economistas, hay sociólogos y comunicadores, historiadores, juristas, psicólogos, antropólogos, y muchos no solo enseñan, sino que también investigan y forman parte de grupos que hacen activismo. Estos abarcan campos como el feminismo, el antirracismo, la lucha contra la homofobia, la protección de los animales y el medio ambiente, la educación standard, el desarrollo comunitario y otros temas relacionados con la justicia social y la participación ciudadana.
Como señalé anteriormente, los debates entre corrientes de izquierda en el pasado se dieron en un ambiente ideológico mucho más definido, el de la ortodoxia y la heterodoxia. El segmento de la oposición anticomunista que decía ser de izquierda period políticamente irrelevante. Por otro lado, la trama de todo lo que se fue hoy se revela mucho más compleja. Y también mucho más contradictorio.
Entre las incongruencias que ya mencioné están la de quienes veneran íconos políticos e intelectuales de los años 60, y al mismo tiempo ejercen una incesante oposición al Partido y al Estado; y los que priorizan esa negación incluso más allá del issue estadounidense, y el peso que tiene en la dinámica del proceso político actual, dentro y fuera. Otras contradicciones también son muy obvias.
En principio, todas las corrientes de la izquierda precise afirman que defienden la justicia social y la soberanía, como ejes centrales, aunque no excluyentes, de su condición de izquierda. A riesgo de simplificar, podrían distinguirse al menos tres de estas corrientes.
- El primero se identifica de entrada con todas las políticas adoptadas por el PCC y el gobierno, las ve como una continuación de la dirección unique, y eventualmente asume errores en la medida de las rectificaciones que hace el propio gobierno.
- El segundo también se identifica con la dirigencia histórica, aunque aprecia sus errores; y entiende su papel como izquierda ligada a la capacidad de cuestionar y corregir los déficits en las concepciones y políticas que adoptan el PCC y el gobierno.
- Aunque el tercero es más estratificado de lo que parece, tiene en común su arraigo declarado en el impulso revolucionario unique, y en especial su posición antigubernamental y antiPCC. A partir de ahí, esta izquierda opositora se desgaja en sus diferentes instancias de ruptura con la línea del Estado y sus sucesivos caminos políticos: desde los años 70, o desde la Rectificación (1986-1991), o desde las respuestas a la disaster del Periodo Especial o desde las reformas de Raúl (2011), o desde el nuevo gobierno (2018) y la nueva Constitución (2019).
La primera corriente suele autodenominarse fidelista, guevarista, partidista, genuinamente revolucionaria; en basic, sospecha de los activismos (de género, raza, and many others.) que no se asientan en organizaciones establecidas, ya que es possible que afecten la unidad, entendida como división “del bloque de la Revolución”.
La segunda también recoge, a su manera, el legado de Fidel y el Che, entendido como autocrítica y rectificación de tendencias nocivas, digamos, la burocratización de la política y la falta de diálogo con el pueblo; se asume en una relación viva con el Partido, no antagónica, sino cooperativa, pero se outline más ligada al feminismo, al antirracismo, al trabajo comunitario, al ambientalismo ya otros movimientos enraizados en la sociedad civil concreta. En sus filas hay militantes y no militantes, cristianos, santeros, protestantes, ateos, and many others.
En la tercera se dan cita doctrinas políticas tan disímiles como anarquistas libertarios, seguidores de un cierto trotskismo, socialdemócratas al estilo escandinavo, republicanos de izquierda, de modo que es difícil verlos como un bloque, porque no lo son. En su heterogeneidad elementary, estas subcorrientes convergen no sólo en su anti-PCC, sino también en simpatizar entre sí en torno a cuestiones políticas específicas, a pesar de discrepar sobre concepciones básicas, como, por ejemplo, su definición básica de un sistema democrático.
Este conjunto salvaje de corrientes y matices, que no pretendo ni remotamente mapear, incluye algunas contradicciones peculiares. Por ejemplo, que los seguidores de la primera corriente caractericen abiertamente como “socialdemócratas” o “confundidos por la ideología del enemigo” no sólo a los de la tercera, sino también a algunos de la segunda que militan en las mismas filas del PCC. Que los seguidores de la tercera confundan a la primera corriente con el propio Partido, ya los militantes con un bloque de individuos carentes de criterio propio y de capacidad para defenderlo y en desacuerdo con determinadas políticas. Que no sólo a los seguidores del primero, sino también a los del segundo les resulta imposible trazar una línea divisoria entre los del tercero y la oposición antisocialista (también conocida como contrarrevolución), si no en la ideología, sí en su funcionalidad política. . actual.
Queda mucho por analizar sobre este tema, sobre el cual, que yo sepa, no hay investigaciones de campo, sino opiniones florecientes, que mi amigo desde el principio celebraría. Creo que es de la mayor importancia, no sólo porque está relacionado con la tan comentada unidad, el diálogo y el debate de concepts. Sobre todo, está íntimamente ligado a lo que Pierre Bourdieu llamó “la institución de la eficacia política de la izquierda”, y lo que podríamos caracterizar como su capacidad de conquistar el corazón y la mente de los cubanos. No me parece que ninguna de estas corrientes pueda presumir de poseerlo, con la intensidad y calidad que requiere la Cuba de hoy. Es decir, con la capacidad de representar una sociedad como la que surgió de la revolución cultural que el socialismo, en su largo ciclo histórico, ha propiciado.
¿Pueden estas corrientes aspirar a representar a los verdaderos cubanos sin contar con la cooperación de las instituciones, sin desarrollar una capacidad política de diálogo y entendimiento? ¿En qué medida el sistema institucional podría generar políticas que dialogaran e integraran, en la medida de lo posible, esas corrientes de la izquierda cubana precise? ¿En qué medida puede ser capaz de convertirlos en activos para transformar el socialismo, responder a las nuevas demandas de justicia social y reproducir su soberanía de forma ampliada, con nuevos consensos?
Sospecho que, una vez más, mi amigo me va a reprochar que no publique las respuestas a estas preguntas.