La atracción por la mujer cubana es un hecho antiguo en la cultura estadounidense. Este hecho está directamente relacionado con transformaciones internas: la reducción de la jornada laboral, la mayor disponibilidad de tiempo libre, el turismo y, por supuesto, los cambios en la ethical y las costumbres de aquellos “locos años 20”, que produjeron un vuelco en las formas de vivir —de la música a la moda—, y en las relaciones entre los sexos. Aunque no reducible a Cuba, a partir de entonces la “hermosa señorita” se asoció casi inevitablemente a un lugar donde se podía pecar sin apenas consecuencias y donde “la conciencia se tomaba vacaciones”.
Desde muy temprano, los hombres estadounidenses percibieron una belleza exótica en las mujeres cubanas; diferente por lo que es diferente; protuberante por su forma y agresiva por su desinhibición, una imagen estereotipada que quedó fijada de mil maneras en el imaginario fashionable norteño. Primero en las canciones de autores como Irving Berlin, Xavier Cugat y Marion Sunshine, cuyos textos asociaron fuertemente La Habana con el “romance” —término que, como ha enfatizado Louis A. Pérez en Sobre convertirse en cubanoconstituye un eufemismo para designar el sexo con la mujer del otro —y luego en el cine—.
Los cubanos, en cambio, siempre han tenido una conciencia muy alta de su sexualidad y erotismo, consecuencia de una cultura acumulada: la criolla fue, también desde muy temprano, una cultura bastante secularizada y, por tanto, no actuó sobre una escala social ampliada. los factores inhibitorios-represivos con los que las culturas católica y protestante confrontan la sexualidad e incluso el propio cuerpo. La presencia africana, decisiva en esto como en otras cosas, incorporó un componente de sensualidad activa claramente perceptible en las formas de asumir el cuerpo de las religiones populares de origen africano y en danzas como la rumba.
Un observador mexicano señala:
La sexualidad cubana es diferente a la de otros lugares. Esto tiene que ver tanto con el escaso arraigo de la religión católica y su moralismo antisexual, como con el hecho de que gran parte de la población proviene de África y sus ritos, que generalmente carecen del concepto de pecado authentic. En ellos, el sexo forma parte de la vida cotidiana de los dioses y de los hombres y no implica necesariamente una transgresión de la ethical. Añádase a lo anterior que el puerto de La Habana fue desde un principio el punto de concentración de las flotas españolas que comunicaban Europa con la América colonial. Mientras se organizaban estas flotas, soldados, marineros y pasajeros pasaban largas temporadas en la ciudad dedicados al ocio. Nació así, desde entonces, una tradición hospitalaria que pervive hasta ahora en algunos segmentos de la sociedad habanera.
Podría añadirse que la inmigración española de la época republicana —mayoritariamente masculina, joven y procedente de los estratos más bajos y pobres de la sociedad emisora—, que por razones obvias tuvo como esposas, consortes o legales preferentes a mujeres negras y mestizas, no favoreció o bien la reproducción de tabúes en este sentido. Es lógico entonces que, a partir de este humus cultural, para los cubanos contemporáneos el cuerpo es el cuerpo, y esto hay que enaltecerlo y disfrutarlo porque, al fin y al cabo, para eso fue creado.
Los resultados de una encuesta realizada por Bohemia revista parecen reafirmarlo: la mayoría de los hombres cubanos se definían como “fogones”, “apasionados” y “calientes” en la cama, afirmaban tener sexo al menos cuatro veces por semana ―e incluso hubo quienes declararon, tal vez Quevedo, hacerlo “todos los días”. El 82% de los encuestados consideró la sensualidad como un hecho basic de la cultura nacional. Las mujeres, en cambio, utilizaban preferentemente categorías más espirituales como “amoroso”, “tierno” a la hora de reconocerse en sus relaciones sexuales.
Sin embargo, una de las guías turísticas estadounidenses más conocidas afirma que los cubanos
es una sociedad sexualmente permisiva […]. Un erotismo gozoso invade tanto a hombres como a mujeres, que trasciende los prejuicios de Europa y Norteamérica, esencialmente puritanos […] La seducción es un pasatiempo nacional perseguido por ambos sexos. […] Los hombres y las mujeres bajan lentamente la vista sobre los extraños que encuentran atractivos. En un país donde los placeres del consumo son pocos y distantes, el sexo informal se ha convertido en una actividad de ocio entre los jóvenes.
Por supuesto, se exagera en lo del pasatiempo nacional, que no es la seducción sino en todo caso los problemas/urgencias de la vida cotidiana en tiempos de disaster y la Tarea de Reorganización. Sin embargo, aquí se construye una visión que, si bien se basa en elementos reales, acaba reproduciendo visiones acordes con aquellos lentes históricos a los que se alude al principio. Y, por cierto, al menos los mensajes problemáticos se envían a los lectores heterosexuales. Uno de ellos considera a las cubanas “de sangre caliente”, es decir, les gusta ser objeto de deseo, son muy agresivas y su sexualidad es abierta, lo que de hecho puede resultar chocante para ciertos hombres criados en el ambiente del protestantismo.
Pero los componentes de esa visión de la sexualidad, enfocada a través de una clara lente WASP [white, Anglo-Saxon and Protestant]como ha ocurrido históricamente, padecen la thought de que en la Isla las mujeres se acuestan con cualquiera, lo que constituye una flagrante simplificación y un insulto que deja bastante mal a las cubanas de hoy.
Según la visión estereotipada, sesgada y hasta cierto punto racista que a menudo nos proponen los medios de comunicación, las mujeres cubanas se encuentran en las playas con tangas extremadamente ajustadas, lanzando besos a turistas que les doblan o triplican la edad, y más. todos ellos se caracterizan por su gran amor por las carteras “llenas de billetes verdes”.

Por otro lado, los mensajes para las mujeres americanas sobre los hombres cubanos caen en lo contrario, es decir, en dar una imagen que sugiere algo parecido a un caballero español trasnochado en tiempos globalizados. Lo que tantas veces se propone sobre los hombres de la Isla se puede resumir, fundamentalmente, en lo siguiente:
- Con algunas excepciones, los cubanos tratan a las mujeres con mucho respeto y como a sus iguales.
- El arte de la seducción es para los cubanos una especie de pasatiempo nacional de virilidad —“un deporte y una prueba de virilidad”—, pero hay que cuidarse la bolsa. Evita, aparentemente, cualquier “contacto visible” si no quieres tener una relación carnal con un hombre cubano.
Llegados a este punto, cabe preguntarse en qué medida estas visiones del cubano continúan con el estereotipo del Latin Lover, construido a partir de una galería histórica de personajes como Rodolfo Valentino, Ricardo Montalbán y Antonio Banderas. De origen mediterráneo según Gustavo Pérez-Firmat, esta figura puede definirse como un amante apasionado, elemental, primario e incluso semibárbaro. Responde en gran medida a las “marcas” puritanas predominantes en el mainstream en el momento de su codificación por Hollywood, durante la etapa clásica del cine mudo, y se articula con la figuración de América Latina como alteridad y alteridad.

Quizás por eso muchos de estos constructos dejan de lado ciertas percepciones de otros visitantes que se definen por su distancia y hasta por su sarcasmo respecto a la cultura sexual cubana, como la de una periodista estadounidense de la 1930para quien los hombres cubanos
dedica mucho tiempo al tema del sexo. Ella le dedica toda su vida. Habla, sueña, lee, canta, baila, come y duerme con el sexo, excepto haciéndolo. Quizás exagero, pero lo cierto es que pasan mucho más tiempo hablando que actuando. Sentados en sus oficinas, meciéndose en las aceras frente a sus discotecas o tomando café, hablan durante horas de sexo. Un americano, si es inteligente, cuando tiene una cita con un cubano en una cafetería lo hace sentarse de espaldas a la calle; si no, el cubano se distraerá mirando a todas las mujeres que desfilan por el lugar y, con toda certeza, interrumpirá la transacción comercial para hacer un comentario sobre la anatomía de alguna belleza que casualmente pasa en ese momento.
Y concluye:
Los cubanos se llaman por teléfono en horario laboral para contarse con lujo de detalles su nueva conquista y, según ellos, todos tuvieron su primera relación a los dos años, lo que quizás explica por qué están tan desgastados a los 21. …