En el arte, como en la vida, las generalizaciones son arriesgadas. Simplifican, desdibujan, muchas veces ocultan lo esencial. Así, es temerario decir que tal novela es la de la Revolución Mexicana, que más que cualquier obra de teatro explica un movimiento social tan escurridizo como el peronismo, o que el bolero resume la posición sentimental del Latin lover.
Por lo tanto, es inexacto, incompleto, decir que Vicenta B.la obra más reciente de Carlos Lechuga (La Habana, 1983), es la película del desencanto cubano de esta hora.
Vicenta, quien practica la adivinación a través del complejo de creencias del sincretismo religioso afrocubano, ve desintegrarse a la familia. Perdió su matrimonio porque, a juicio de su ex, se prodigó en la misión de dar “luz” a los demás para que encontraran un buen desarrollo, y no se ocupó del hogar, entendido como la suma de los afectos más cercanos. Él, cube mientras habla, estaba allí, pero ella no podía verlo.

Ahora, en el momento de la narración, que está ambientada en 2017, su único hijo, Carlitos,1 deja el país. Forma parte de la corriente incesante de jóvenes que abandonan el archipiélago con la esperanza de encontrar un mejor destino que les permita, al mismo tiempo, satisfacer sus expectativas de mejora económica y ayudar a familiares que han quedado en la precariedad. condiciones.2 Vicenta no lo previó; ni con sus artes pudo torcer el brazo del destino. El resultado: se ha quedado sola, en medio de su universo mágico. Y empieza a perder la fe en lo que creía que period la razón de su vida, es decir perdiendo su fuerza, su capacidad de anticiparse a los acontecimientos, de dialogar con los seres, ya hoscos, ya magnánimos, que pueblan esa zona, entre sueños. y la vigilia, que es su mundo.

Para más ardor, nuestro personaje yerra el vaticinio que le ha pedido una joven. Vicenta le cube que todo está bien, que hay días buenos y días malos, pero que en el fondo las cartas no revelan males mayores. La niña se suicida, y ese inmenso peso cae sobre sus hombros para hundirla aún más en el dolor y la desesperación.
Avanzaremos la trama hasta aquí. La película, que aún no ha tenido su estreno comercial, ha tenido un buen recorrido por festivales internacionales. Hasta el momento se ha visto en Toronto, San Sebastián, Biarritz, Ceara y Goa; hoy, 15 de octubre, tendrá su proyección en el Pageant Internacional de Cine de Chicago.
Más que arquetipos, Vicenta B. presenta personajes. Es una obra en clave intimista que, a mi juicio, no pretende desarrollar tesis ni enunciar discursos ideológicos. Son seres en sus circunstancias. Y esas circunstancias corresponden a las de buena parte de la población del país en disaster que es Cuba. No hay pintoresquismo ni sabor folclórico. Quienes se asombran de que, por su ritmo en el montaje, el estilo sobrio de las representaciones o la falta de “belleza” en la fotografía no se asemeje a una película cubana, parten de asumir un estereotipo de lo nacional que el buen arte tiende a negar una y otra vez.

El anciano que simula una enfermedad es sólo eso, un anciano que finge. Tata, la madrina de Vicenta, es, como ella misma, un ser falible, que confiesa que más de una vez se ha visto sumida en el desánimo. Carlos, el ex, se muestra como un hombre triste que, al parecer, todavía siente algo por Vicenta, a pesar de que ella ha rehecho su vida….
En un momento de tanta sensibilidad política, es fácil que las posibles lecturas de la película se desvíen por el camino de lo alegórico. Y es que la penuria de Cuba es tal en este momento, el ambiente social tan tenso, que todo alude a ello; cualquier gesto, cualquier imagen, cualquier frase parece cargada de significado político.
Vicenta B. (2022) es el tercer largometraje de ficción de Carlos Lechuga. es precedido por melaza (2012) y la controvertida santa y andres (2016), aún no estrenada en Cuba.

Vicenta… es una pieza sugerente, cuidada, que cube mucho con muy pocos recursos. En él destacan la actuación de Linett Hernández Valdés, en el personaje protagónico, la fotografía de Denise Guerra y la edición de Joanna Montero; Claudia Calviño estuvo a cargo de la producción.
La historia puede parecer native, pero tiene todos los elementos empáticos que aseguran un alcance common, ya que habla de conflictos humanos reconocibles que nos conciernen a todos. No es la película del desencanto cubano, sino una película cubana sobre seres desencantados.
Con Vicenta… Carlos Lechuga marca un punto de ascenso en su carrera. Dado que no es una película complaciente o que esté expresamente alineada políticamente, también será controvertida. Pero el arte es para eso, entre otras cosas: para sumergir nuestras manos en la realidad, para rasgar las sombras, para mostrarnos en toda nuestra contradictoria complejidad, para alimentarnos de belleza —y Vicenta B. es una película que tiene una gran carga de belleza poco convencional: la apuesta del día.
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Notas:
1 El nombre corresponde al del director, que también tenía una abuela adivina.
2 Según datos del Centro para la Democracia de las Américas (CDA), alrededor de 178.000 cubanos han llegado a Estados Unidos en lo que va de 2022. La cifra supera la suma de emigrantes a este país durante el éxodo del Mariel de 1989 y la disaster de los balseros de 1994.