La palabra highjack, utilizada en inglés estadounidense para secuestro de barcos o aviones, information de los días de la Prohibición, cuando la mafia hizo su acumulación authentic con el comercio de licores. La voz de ataque para lanzarse a los camiones cargados de ron y whisky que entraban de contrabando de todas partes period “Hola, Jack”, equivalente a “¡manos arriba!”.
A partir de enero de 1959 comenzaron a llegar a Estados Unidos prófugos de la justicia y secuestradores de barcos cubanos. En abril de ese año, dos aviones de pasajeros DC-3 que volaban entre La Habana y Nueva Gerona fueron secuestrados por exmilitares de la dictadura, como parte de una serie de hurtos que incluyeron, solo en ese año, cinco vuelos nacionales y un yate. al oeste de la capital. Todos los secuestros tenían en común que fueron ejecutados a punta de pistola, sin levantar cargos legales contra sus ejecutores en Estados Unidos ni devolver los barcos a Cuba. Continuaría así en los años siguientes.
Como otros aspectos de la guerra no declarada en la isla, esta política de laissez-faire resultaría contraproducente para sus patrocinadores y se convertiría en una verdadera plaga para Estados Unidos.
El 23 de julio de 1961, víspera del recibimiento del cosmonauta Yuri Gagarin, invitado a celebrar el 26 de julio en la Plaza de la Revolución, un avión del Este con destino a México fue desviado a La Habana por un empleado de una cafetería de Miami. Uno de los 37 pasajeros, Arthur J. Shwarz, ha contado que, mientras esperaban la asistencia para regresar a Estados Unidos, los empleados del aeropuerto les ofrecieron cena y daiquiris, e incluso subieron al segundo piso del aeropuerto para compartir la bienvenida. al primer hombre en el espacio
Apenas un mes después de aquel episodio inaugural en la historia de los secuestros de aviones en Cuba, el Che Guevara y Richard Goodwin se encontraron por casualidad en Punta del Este, Uruguay. Como he señalado antes, el informe secreto de ese alto asesor de JFK describe a un Che bastante poco conocido, que ofrece a Estados Unidos, cuatro meses después de Bahía de Cochinos, algo más que una rama de olivo, incluido el espinoso tema de las relaciones cubanas. con la URSS.
En esa conversación, la más alta entre los dos países desde que se desató el conflicto, el Che incide en el tema del secuestro de barcos por ambos lados. Según Goodwin, el Che le dijo que Cuba “no había sido responsable de ningún secuestro. El que se hizo con el primer avión period un joven que period un buen chico, pero un poco loco, y ahora está en la cárcel. Ellos [the Cubans] sospechaba que quien se apoderó del último avión period un provocador (un agente de la CIA). Teme que si estos robos continúan, se convertirán en algo muy peligroso”.
El Che sugirió entonces un acuerdo sobre los secuestros que permitiera detenerlos. Y finalizó proponiendo “discutir el tema de las aeronaves” como punto de partida para “las conversaciones bilaterales sobre la convivencia pacífica”.
Como es bien sabido, la respuesta de Estados Unidos no fue tomarle la palabra al Che, sino aplicar un plan de acción conocido como Mangosta, todo lo contrario a la rama de olivo. Unos meses después, los soviéticos propondrían confrontar ese plan, cuya fase remaining fue una invasión estadounidensepor instalando misiles nucleares en la isla.
Como también se sabe, el desenlace de la Disaster de los Misiles interrumpió el transporte aéreo y marítimo entre Estados Unidos y Cuba. Los únicos vuelos que llegaron desde entonces, hasta que se firmó el acuerdo migratorio en 1965, fueron los robados. Desde que ocurrió el primer secuestro a La Habana en 1961, en los siguientes seis años se produjeron un whole de 123 intentos, 88 de ellos exitosos.
Entre 1968 y 1971 se desencadenaría una verdadera epidemia mundial de secuestros. Un estudio de ese cuatrienio revela que de los 175 desvíos aéreos en el mundo, el 43% se realizaron con aeronaves estadounidenses. La mayoría de las que tuvieron lugar en este hemisferio se dirigieron a La Habana, donde llegaba un avión cada tres o cuatro días. Naturalmente, las reminiscencias de la mayoría de aquellos pasajeros secuestrados no fueron tan pintorescas ni tan pacíficas como la del daiquiri y la recepción brindada a Gagarin.
Fue precisamente en esos años de pico de secuestros que Cuba adoptó una iniciativa unilateral para disuadirlos. En un discurso público el 19 de septiembre de 1969, Fidel Castro anunciaría una nueva ley sobre el tratamiento de los secuestradores, según la cual serían procesados o extraditados a sus países de origen, si éstos hubieran firmado un acuerdo con Cuba.
Si bien Nixon había sido uno de los políticos más recalcitrantes hacia la Revolución cubana desde antes de 1959, accedió a explorar un entendimiento con Cuba sobre este delicado tema de la seguridad nacional. Se mostró reacio, sin embargo, con un aspecto de la propuesta cubana: el de devolver a los secuestradores a sus países de origen. Según documentos desclasificados citados por Peter Kornbluh, Nixon no quiso enemistarse con los exiliados cubanos, firmando un acuerdo que lo obligaba a devolver a Cuba a quienes llegaban en aviones y barcos robados.
Al año siguiente, sin embargo, tras nuevos secuestros, e incluso el pago de un rescate de 2 millones por parte de la aerolínea Southern Airways, Fidel Castro volvió a tomar la iniciativa: “El gobierno cubano afirma que no le interesa, ni de ninguna manera quiere que el territorio de Cuba sea utilizado como refugio de responsables de hechos delictivos…. El gobierno cubano tampoco está interesado en modo alguno en promover secuestros de aviones, embarcaciones marítimas o entrada o salida ilegal hacia o desde los Estados Unidos”.
No es posible apreciar el significado de la propuesta cubana o la reacción de la administración Nixon-Kissinger sin considerar el contexto político.
Desde 1971 se han presentado en el Congreso de los Estados Unidos iniciativas para poner fin a las regulaciones del embargo y normalizar las relaciones con Cuba. Senadores como William Fullbright, Ted Kennedy, Jacob Javitts, George McGovern y Claiborne Pell, y representantes como Stephen Solarz y Christopher Whalen participaron activamente en los esfuerzos, en algunos casos como embajadores legislativos en La Habana.
Así, la administración republicana respondió a la disposición de Cuba de negociar “un acuerdo sobre secuestros y otros delitos graves que puedan cometerse en el futuro”.
El proyecto de tratado sobre secuestros presentado por Cuba decía: “Ambos gobiernos, en condiciones de igualdad y estricta reciprocidad, sancionarán con diez a treinta años de prisión a quien se apodere, tome, asuma el management, se apropie o desvíe un avión u otro buque.” Además, propuso perseguir y sancionar severamente a quienes utilizaran su territorio o planificaran “actos de violencia o depredación contra aeronaves o buques de cualquier tipo”.
En la contrapropuesta de respuesta presentada al presidente Nixon, citada por Kornbluh, hay cuatro diferencias respecto a la cubana, esencialmente las siguientes: no aceptar la extradición de los secuestradores, sino limitarse a juzgarlos en el país de llegada; no emprender acciones judiciales contra anteriores actos de piratería cometidos por cubanos residentes en Estados Unidos; no endurecer las penas por piratería aérea; no comprometerse a devolver los bienes incautados.
A pesar de estas reducciones sustanciales al margen del acuerdo, los dos países terminaron firmando un documento titulado “Memorándum de Entendimiento sobre Secuestro de Aeronaves y Buques y Otros Delitos” el 15 de febrero de 1973. Este establecía que todos los secuestradores de aviones u otros los buques serían “considerados autores de un delito” y serían devueltos a su país de origen para ser juzgados o juzgados en el país en el que desembarcaron. Ambos acordaron facilitar el regreso de los pasajeros y la tripulación, así como de los buques y aviones Cuba obtuvo una concesión de que Estados Unidos castigaría a los exiliados que planearan actos de sabotaje contra aviones y barcos cubanos desde su territorio.
Según el acuerdo, cada parte procesaría, “con miras a imponer una pena severa… a cualquier persona que, dentro de su territorio, a partir de entonces, conspirara para promover, o promoviera, o preparara, o dirigiera, o formara parte de una expedición que, desde su territorio o cualquier otro lugar, realice actos de violencia o depredación contra aeronaves o naves de cualquier clase”.
Dado que casi nada en la dinámica de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba puede entenderse dentro de un marco estrictamente bilateral, comprender su desarrollo a principios de la década de 1970 requiere mirar el contexto de América Latina y el Caribe.
El cambio de clima regional hacia Cuba operó a favor de un cambio en la política estadounidense hacia América Latina que incluía a la isla. El comité selecto que patrocinó el Informe Linowitz propondría revisar las relaciones con Cuba, identificándolas —junto con el problema del Canal de Panamá— como uno de los casos-prueba que demostraría una nueva voluntad política hacia la región.
Conversaciones secretas con el Departamento de Estado tuvieron lugar en 1974. En el marco del llamado “nuevo diálogo” para América Latina promovido por Henry Kissinger, el presidente Gerald Ford autorizaría a filiales de empresas estadounidenses a comerciar con Cuba. En el campo diplomático, se avanzó en un cambio que parecía conducir a un restablecimiento
Sin embargo, la firma de un acuerdo sobre secuestros de barcos en 1973 no impidió que la piratería y el terrorismo continuaran e incluso empeoraran. Una ola de ataques contra embajadas y barcos pesqueros alcanzó su clímax en 1974. Por otro lado, el Congreso rechazó en 1975 la resolución de levantamiento del bloqueo propuesta por el diputado Jonathan Bingham. Period evidente que la resistencia a un cambio de política hacia Cuba mantenía su virulencia.
En este ambiente contradictorio, el acercamiento entre Cuba y varios países de América Latina y el Caribe fue percibido como una amenaza por los anticastristas, incluido el sector más beligerante del viejo exilio. Sus lazos históricos con el aparato de seguridad estadounidense en la década de 1960 los inspiraron a mantener “su guerra contra el comunismo en todo el mundo”. La elección de Barbados, uno de los gobiernos caribeños pioneros en fortalecer las relaciones con Cuba, para planear el ataque a un avión cubano en 1976, no fue informal ni ajena a la situación.
El ataque al vuelo de Cubana con 73 personas a bordo, la acción terrorista más colosal antes del 11 de septiembre, no fue planeado por la CIA, pero el FBI sí tenía indicios de su preparación por parte de operativos, cuyo papel en el apogeo de las operaciones paramilitares contra Cuba les dotó de un sentimiento de impunidad. El tratado contra el secuestro de 1973 no sobrevivió a ese ataque.
Si bien Cuba continuó castigando a los responsables del secuestro de naves, los secuestradores de embarcaciones cubanas no fueron castigados en Estados Unidos, lo que estimuló estas prácticas ilegales, poniendo en peligro la vida y bienes de ciudadanos cubanos y extranjeros, a lo largo de los años.
Treinta años después, en medio de la hostilidad que caracterizó las relaciones bilaterales bajo George W. Bush, el gobierno de Estados Unidos advertiría a Cuba que cualquier incremento en los secuestros a Estados Unidos sería percibido como un acto contra su seguridad nacional. Cuando un grupo intentó secuestrar el barco de Regla, en el que viajaban cubanos y turistas extranjeros, en 2003, el gobierno cubano se vio presionado por esta amenaza. La ejecución de los secuestradores tuvo un impacto político muy negativo a nivel internacional. Es solo un ejemplo de las implicaciones que han tenido y siguen teniendo los secuestros de barcos para la política cubana.
¿En qué medida se podría haber evitado el incidente del avión de Hermanos al Rescate en 1996 si hubiera habido un acuerdo formal sobre seguridad aérea y naval entre Estados Unidos y Cuba? ¿Qué lecciones retrospectivas nos dan disaster migratorias como la del Mariel en 1980 y los balseros en 1994 sobre el poder detonante de los secuestros? ¿En qué medida los acuerdos en materia de prevención del terrorismo, cooperación en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado suscritos por Cuba con países de la Cuenca del Caribe y Europa ofrecen marcos aplicables a las relaciones con Estados Unidos? ¿Existe una doctrina de defensa nacional cubana que se posicione sobre estos temas, incluida la prevención de la piratería y el secuestro de buques?
Investigar estos temas y su significado requiere ahondar en el pasado.
Continuará…